A menudo la tecnología y la innovación benefician solamente a los más privilegiados. Debemos rediseñar nuestras políticas y acciones para que estén al servicio de aquellos que más necesitan oportunidades. Plantearnos cómo la tecnología ayudará a los refugiados, los alumnos con discapacidad, los docentes en zonas remotas y las niñas y mujeres debe ser un punto de partida, no una consideración tardía.

Demasiadas iniciativas tecnológicas incluyen únicamente dispositivos conectados a internet. Con esto no alcanza. La conectividad debe proporcionar recursos pedagógicos ricos y posibilitar interacciones que promuevan el aprendizaje y el desarrollo. Todos los países deberían contar con alternativas públicas para la educación pública en internet.

Debemos dejar de intentar reproducir modelos escolares presenciales en espacios digitales. Los entornos virtuales y en línea necesitan nuevos tipos de contenido pedagógico y nuevas formas de enseñar y aprender. Debemos aprovechar el potencial multimedial e interactivo que caracteriza a las tecnologías conectadas y combinarlo con lo mejor de la educación presencial.